miércoles, 7 de junio de 2023

Riesgo, Amenaza, Vulnerabilidad y Desastre

Diversos conceptos e interpretaciones aun generan debate sobre el “riesgo”. El sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998), reconocido como uno de los más importantes expertos que ha influido en los estudios sobre el riesgo, admite que desconoce el origen de la palabra “riesgo”, sin embargo, señala que su procedencia puede ser árabe, debido a que a partir de los siglos XV y XVI fueron difundidos documentos en los que ya se encuentra utilizada (García, 2005). Como concepto, Douglas (1987) citado por García (2005), señala que el “riesgo” surgió en la teoría de las probabilidades, un sistema axiomático derivado de la teoría de juegos que nació en Francia en el siglo XVII.

La Secretaría de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de las Naciones Unidas, en lo sucesivo UNISDR, (2009), define el riesgo como la “combinación de la probabilidad de que se produzca un evento y sus consecuencias negativas”. Wilches-Chaux (1998), agrega que tiene un carácter diferenciado, dado que no afecta de la misma manera a todos los actores sociales.

Lavell (1996) citado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, en lo sucesivo INECC, (2014) define el riesgo como la “probabilidad de consecuencias perjudiciales o perdidas esperadas (muertes, lesiones, propiedad, medios de subsistencia, interrupción de actividad económica o deterioro del ambiente) resultado de interacciones entre amenazas físicas/naturales, antropogénicas y condiciones de vulnerabilidad”.

Para Liñayo (sf), el riesgo está relacionado con “la probabilidad de que se sufran ciertos daños en una comunidad, los cuales no dependen solo de la amenaza a la cual esta comunidad está expuesta, sino también al grado de susceptibilidad y capacidad de reacción de la misma”.

Señala Liñayo (s.f.) que el riesgo está en función de la amenaza y la vulnerabilidad y se puede representar a través de la expresión:

Riesgo = f (Amenaza * Vulnerabilidad)

Estas afirmaciones, concuerdan con el aporte conceptual de Lavell (2002), quien señala que la existencia de riesgo, y sus características particulares, se explica por la presencia de determinados factores de riesgo. Estos se clasifican, en general, en factores de amenaza y factores de vulnerabilidad.

Desde una perspectiva holística, Elms (1992) citado por Cardona (2001), hace una propuesta conceptual, señalando que el riesgo es un concepto complejo y extraño, algo siempre relacionado con azar, con algo que no ha sucedido y que puede no suceder; con una carga de incertidumbre, aun cuando se intente a menudo darle un sentido de objetividad.

Amenaza. Una amenaza puede ser considerada, de acuerdo a UNISDR (2009) así:

Un fenómeno, sustancia, actividad humana o condición peligrosa que pueden ocasionar la muerte, lesiones u otros impactos a la salud, al igual que daños a la propiedad, la pérdida de medios de sustento y de servicios, trastornos sociales y económicos, o daños ambientales (p. 5).

Ahora bien, el carácter socio-natural de la amenaza, es definido por UNISDR (2009) de la siguiente manera:

El fenómeno de una mayor ocurrencia de eventos relativos a ciertas amenazas geofísicas e hidrometeorológicas, tales como aludes, inundaciones, subsidencia de la tierra y sequías, que surgen de la interacción de las amenazas naturales con los suelos y los recursos ambientales explotados en exceso o degradados (p. 8).

Patterson (1993), citado por Varela (2007), define una amenaza como “un peligro latente originado por un potencial evento natural, social o tecnológico que dada su condición inestable puede activarse en cualquier momento afectando a la comunidad”.

Por su parte, Cardona y otros (2005) citado por Estévez (2006), explican que “usualmente la amenaza se expresa en términos de tasas de excedencia de valores de intensidad, suponiendo condiciones ambientales promedio para una región dada. De otra manera, habría que considerar las condiciones de sitio locales”.

Vulnerabilidad. Por vulnerabilidad, un concepto según el autor eminentemente social, se define “la incapacidad de una comunidad para absorber mediante el autoajuste, los efectos de un determinado cambio en su medio ambiente (Wilches-Chaux, 1989).

El autor señala que la vulnerabilidad constituye en sí misma “un sistema dinámico, es decir, que surge como consecuencia de la interacción de una serie de factores y características que convergen en una comunidad particular”. A esa interacción propuesta por Wilches-Chaux, es a lo que se la denominado “vulnerabilidad global”.

Desastre. Para algunos investigadores, el término “desastre” no tiene una definición universalmente aceptada. Etimológicamente, la palabra “desastre” proviene del latín des (negativo, desafortunado), y astre (astro, estrella), lo que podemos definir entonces como una desgracia generado por los astros, por lo que estaría fuera del control humano (González y Delgado, 2015).

La cosmovisión del desastre recogida en su origen etimológico, aún persiste, especialmente en zonas en las que perviven culturas originarias o ancestrales; lo que podría condicionar la percepción de estos pueblos frente al riesgo.

La Organización Mundial de la Salud, en lo sucesivo OMS, define el término desastre, como un evento súbito que rebasa la capacidad de respuesta del sistema, también, la OMS define la prevención como un conjunto de disposiciones y medidas anticipadas cuya finalidad estriba en impedir o disminuir los efectos que se producen con motivo de la ocurrencia de calamidades. De esta definición, se desprende que, mientras mayores sean las capacidades del sistema, menor puede ser el impacto de un evento súbito.

Para Varela (2007), con la idea de prevenir los posibles riesgos o consecuencias, para establecer mecanismos y realizar operaciones que permitan evitar o mitigar los efectos destructivos, es importante emprender acciones tales como el monitoreo y vigilancia de los agentes perturbadores y la identificación de las zonas vulnerables del sistema afectable (población y entorno).

La Gestión del Riesgo

Es un concepto de reciente aplicación, que puede entenderse como el proceso a través del cual una sociedad, o subconjuntos de una sociedad, influyen positivamente en los niveles de riesgo que sufren, o podrían sufrir, esta captado en la idea o noción genérica de la “gestión del riesgo” (Wilches-Chaux, 1998).

En cuanto al concepto de “gestión del riesgo”, Chaparro y Renard (2005), también realizan su aporte conceptual, definiéndola como:

Un proceso social cuyo fin es la reducción, la previsión y el control permanente de dicho riesgo en la sociedad, en consonancia con el logro de pautas de desarrollo humano, económico, ambiental y territorial sostenibles. En principio admite distintos niveles de intervención, que van desde lo global hasta lo local, comunitario y familiar. (p. 12).

La gestión del riesgo de desastre como proceso. La gestión del riesgo de desastre, comprende un proceso y no un producto o conjunto de productos, proyectos o acciones discretas, relacionado con el logro de objetivos de desarrollo sostenible. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en lo sucesivo PNUD, citado por Kreiker, F. y Puebla, F. (2015), señala que existen tres formas de gestionar el riesgo:

1) Gestión correctiva o compensatoria: Refiere a la adopción de medidas y acciones anticipadamente con el objetivo de promover la reducción de la vulnerabilidad. 2) Gestión prospectiva: Supone la adopción de medidas y acciones en la planificación del desarrollo para evitar la aparición de nuevas vulnerabilidades y/o amenazas, así como también reducir las existentes. 3) Preparación para la respuesta a la emergencia: Implica la alerta permanente ante la ocurrencia de cualquier eventualidad. (p. 4).

Sin embargo, la preparación para la respuesta representa quizá, la forma de gestión que tradicionalmente se ha venido desarrollando en muchos países y que se ha instaurado de manera tal, que muchas instituciones y gobiernos, priorizan este modelo por encima de la gestión prospectiva y la correctiva.

Gestión Local del Riesgo

A propósito de las estrategias que se pueden impulsar desde lo local, el PNUD (2004), señala que:

Se reconoce que la gestión local del riesgo de desastre es un elemento fundamental de toda estrategia nacional viable que pretenda reducir esos riesgos, basándose en la calidad de las redes comunitarias, el tejido social y la eficaz gestión municipal. Planteando como uno de los principales desafíos el cómo integrar la gestión del riesgo de desastre en las políticas de desarrollo. (p.76).

De esta afirmación del PNUD, se resalta la importancia que tiene el nivel local (actores comunitarios e institucionales) para la aplicación exitosa de cualquier política nacional en materia de gestión del riesgo. Ahora bien, pareciera que la gestión del riesgo no es un tema que haya logrado permear o transversalizarse en las políticas públicas de todos nuestros países. De ahí que, en relación a las deficiencias que a nivel mundial se vienen dando en materia de gestión del riesgo, el Banco Mundial (2012), menciona:

La falta de políticas y herramientas para la gestión del riesgo en los diferentes sectores, así como estrategias de acompañamiento, complementariedad y transferencia de capacidades a los entes territoriales, pueden considerarse como unos de los principales factores de la generación de riesgos. (p. 14).

En este orden de ideas, Claros (2011), hace mención a que “la última década ha dejado sentir el impacto de los fenómenos naturales en las localidades de todo el mundo y ha estimulado una reflexión colectiva sobre la cercana relación entre administración, desarrollo y riesgo de desastres”.

Toro (2013), en su artículo científico “Gestión de riesgos de desastres sociales: Una estrategia de desarrollo sostenible” explica que los sectores públicos y privados, suelen planificar sin tomar en consideración las variables de riesgo y asumen que la responsabilidad de la preparación de los desastres sociales recae en los órganos de respuesta.

El Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres Naturales en América Central (en lo sucesivo Cepredenac)-PNUD (2013), afirma que los ámbitos, sectores y territorios donde puede materializarse la gestión del riesgo de desastre, son diversos y que la particular atención que los niveles locales han recibido en los últimos años, hace que en la actualidad sea común que se hable de la “gestión local del riesgo de desastre”.

La gestión local del riesgo, comprende un nivel territorial particular de intervención. Según las consideraciones del Cepredenac-PNUD, se distingue de procesos más generales de gestión, debido a que es propio de los actores locales y se caracteriza por ser participativo. Acá, destacan que el nivel local se distingue de lo municipal, y señalan que se tiende a considerar la noción de lo local a lo político-administrativo de las municipalidades, es decir, que al decir “gestión local del riesgo” podemos estar hablando de “gestión municipal”, aunque esta reducción no sea del todo conveniente.

Estando la gestión del riesgo inmersa en los procesos de planificación municipal, la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias de Costa Rica, en lo sucesivo CNE, (2014), la define como:

Un recurso técnico y metodológico valioso en el contexto de los gobiernos locales, debido al tipo de decisiones que se deben tomar, así como al entorno complejo donde se desenvuelve. Esta herramienta resulta indispensable para alcanzar el bienestar, la seguridad de su población y el desarrollo sostenible (p. 11).

Señala además la CNE (2014), que “la gestión de riesgo cobra importancia como eje transversal y como elemento operativo en la planificación y aprovisionamiento presupuestal de las municipalidades”.

Gestión del riesgo y plan de desarrollo. Rossas, E. (2008), en el marco del Proyecto Piloto Lineamientos para la incorporación de la Gestión del Riesgo en el Plan de Desarrollo del Municipio Los Patios, Colombia; introduce la relación existente entre la gestión del riesgo y el plan de desarrollo municipal y se establece la importancia de la gestión del riesgo en el desarrollo, considerándolo un pilar fundamental para el desarrollo sostenible.

Menciona el autor la importancia de identificar a los actores sociales involucrados, señalando al respecto:

La primera instancia del proceso para la incorporación de la gestión del riesgo en el plan de desarrollo municipal, se basa en la identificación de los actores sociales que hacen parte del proceso, el cual se enmarca integralmente bajo una voluntad política para la toma de decisiones, y destaca a:

i) Alcalde del Municipio, ii) Secretarios de Despacho, iii) Equipo Consultor y iv) Concejo Municipal, entre otros (p. 10).

En cuanto a la metodología para esta incorporación, señala que no se obedeció a metodologías ni modelos preestablecidos, por lo que la base fundamental se sustenta en la socialización, capacitación, orientación y participación activa del equipo consultor e instituciones involucradas.

Gestión de Riesgos y Cambio Climático

Diferentes definiciones pueden encontrarse en torno al cambio climático, sin embargo, una de las consultadas, perteneciente al Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, en lo sucesivo IPCC, citado por Lavell (2011), respecto al cambio climático:

Se refiere a un cambio substantivo en los patrones y parámetros del clima como resultado de variaciones en factores naturales y la influencia humana, específicamente a través de la emisión de los gases de invernadero tales como bióxido de carbono y metano; el efecto de la isla de calor urbano, cambios en los patrones rurales de uso del suelo y la desforestación. (p.11).

Sin duda alguna, que lo que hoy conocemos como “cambio climático”, obedece a la ruptura de la relación armónica entre el hombre y la naturaleza, y así la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en lo sucesivo CMNUCC, señala que el origen del cambio climático se puede atribuir “directa o indirectamente a las actividades humanas que alteran la composición de la atmósfera global y que se suma a la variabilidad del clima natural observada durante períodos de tiempo comparables”.

Sabiendo que es probable que el incremento en el futuro de eventos climáticos extremos, incida proporcionalmente en la cantidad y magnitud de desastres, nos sirve para establecer una clara relación entre la gestión del riesgo de desastres y el cambio climático.

El cambio climático y los desastres. Como sabemos, los fenómenos naturales como las lluvias, los sismos entre otros, no representan un desastre en sí. Por el contrario, lo que si puede desencadenar un desastre, es una comunidad expuesta a una amenaza, vulnerable y con escasa preparación.

De allí que el IPCC (2014), considere que el cambio climático pueda incidir en el riesgo de desastres de dos maneras distintas: primero, a través del incremento de las amenazas de origen climático; y segundo, con el incremento de la vulnerabilidad de los grupos humanos expuestos a estas amenazas.

Estas consideraciones incluyen, además, la degradación de los ecosistemas, menor disponibilidad de agua y alimentos, y cambios en los medios de sustento. Las condiciones de degradación ambiental por las intervenciones humanas, los crecimientos no planificados, entre otras, son factores que potencian las condiciones de vulnerabilidad y que dificultan la posibilidad de gestionar los riesgos, según las consideraciones del IPCC (2014). Para agravar la vulnerabilidad propia derivada de la condición de pobreza, se sabe que son los países pobres los que resultan más afectados frente a los desastres, entre otras cosas por sus capacidades bajas para emprender acciones que les permitan reducir el riesgo.

Son alarmantes las probabilidades que los eventos climáticos extremos traigan consigo el incremento de la cantidad o la magnitud de los desastres relacionados con esta amenaza, lo que exige que prontamente se adopten medidas de prevención y mitigación.

La Resiliencia

Entre las definiciones de “resiliencia” encontradas durante la revisión documental, se encuentra la de la UNISDR (2009), que la define como “La capacidad de un sistema, comunidad o sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficaz, lo que incluye la preservación y la restauración de sus estructuras y funciones básicas”.

El IPCC, define como “la habilidad de un sistema social o ecológico para absorber los trastornos sin perder su misma estructura básica y manera de funcionar, su capacidad de autoorganización y su capacidad para adaptarse al estrés y al cambio”. Si bien ambas definiciones son similares, la de UNISDR hace referencia a la exposición a un peligro y en cuanto a la capacidad se refiere a la recuperación ante un evento adverso, mientras que el IPCC hace una definición más general.

Factores de riesgo en el entorno urbano. Las ciudades se encuentran inmersas en una gran cantidad de situaciones que las hacen propensas a sufrir un desastre. Entre estos factores, UNISDR (2012) menciona los siguientes:
* El crecimiento de las poblaciones urbanas y su creciente densidad, que ejerce presión en los suelos y servicios, y origina el aumento de asentamientos humanos en tierras costeras, a lo largo de laderas inestables y en zonas propensas al riesgo.
* La concentración de recursos y capacidades a nivel nacional, con falta de recursos fiscales, humanos y limitadas capacidades en el gobierno local, incluyendo mandatos poco definidos para la reducción del riesgo de desastres y la respuesta.
* La débil gobernanza local y la pobre participación de los socios locales en la planificación y la gestión urbana.
* La inadecuada gestión de los recursos hídricos, de los sistemas de alcantarillado y de los residuos sólidos, que son la causa de emergencias en materia de salud pública, inundaciones y deslizamientos.
* El declive de los ecosistemas debido a las actividades humanas (…) que ponen en peligro la capacidad de brindar servicios básicos como la regulación y la protección en caso de inundaciones.
* Las infraestructuras debilitadas y los estándares de construcción inseguros que pueden provocar el desplome de estructuras.
* Los servicios de emergencia descoordinados, con la consiguiente disminución de la capacidad de respuesta rápida y del estado de preparación.
* Los efectos negativos del cambio climático que probablemente aumenten o disminuyan las temperaturas extremas y la precipitación (…), con repercusiones en la frecuencia, la intensidad y la ubicación de las inundaciones y de otros desastres relacionados con el clima”. (p. 8).

Ciudades resilientes. La UNISDR (2012) ha establecido una serie de condiciones que caracterizan a una ciudad como “resiliente”. Entre los aspectos considerados, se encuentran los siguientes:
* Es una ciudad en la que los desastres son minimizados porque la población reside en viviendas y barrios que cuentan con servicios e infraestructura adecuados, que cumplen con códigos de construcción razonables, y en la que no existen asentamientos informales ubicados en llanuras aluviales o pendientes escarpadas debido a la falta de otro terreno disponible.
* Tiene un gobierno local incluyente, competente y responsable que vela por una urbanización sostenible y destina los recursos necesarios para desarrollar capacidades a fin de asegurar la gestión y la organización de la ciudad antes, durante y después de una amenaza natural.
* Es una ciudad en la cual las autoridades locales y la población comprenden sus amenazas, y crean una base de información local compartida sobre las pérdidas asociadas a la ocurrencia de desastres, las amenazas y los riesgos, y sobre quién está expuesto y quién es vulnerable.
* Es una ciudad en la que las personas están empoderadas para participar, decidir y planificar su ciudad conjuntamente con las autoridades locales; y valoran el conocimiento, las capacidades y los recursos locales autóctonos.
* Ha tomado medidas para anticiparse a los desastres y mitigar su impacto, (…) para proteger la infraestructura, los activos y los integrantes de la comunidad, incluyendo sus casas y bienes, el patrimonio cultural y la riqueza medioambiental y económica. Además, es capaz de minimizar las pérdidas físicas y sociales derivadas de fenómenos meteorológicos extremos, (…) inducidos por el hombre.
* Es capaz de responder, implementar estrategias inmediatas de recuperación y restaurar rápidamente los servicios básicos necesarios para reanudar la actividad social, institucional y económica tras un desastre.
* Comprende que la mayoría de los puntos anteriores también son primordiales para desarrollar una mayor resiliencia a las repercusiones medioambientales negativas…. (p. 10).

Gestión del riesgo y desarrollo sostenible. La gestión del riesgo de desastres, se constituye en una herramienta de apoyo para abordar el cambio climático y fomentar el desarrollo sostenible. La comunidad por su parte, debe recibir de quienes se ocupan del desarrollo urbano, la información necesaria que permita reducir el riesgo antes del inicio de proyectos de construcción o cuando se vayan a realizar compra-venta de terrenos. Debe tenerse en consideración, que no puede alcanzarse el desarrollo sostenible, si no se logra reducir el riesgo de desastre.

Marco Internacional para la Gestión del Riesgo de Desastres

 Entre las variadas iniciativas y esfuerzos que se han emprendido internacionalmente en las últimas décadas para promover la reducción del riesgo de desastre, destaca la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas N° 44/236 del año 1.989, mediante la cual se estableció el período 1990-2000 como el Decenio Internacional para la Reducción de Desastres.

A mitad de este período, en 1.994 se celebró en Yokohama, Japón, la Conferencia Mundial sobre Reducción de Desastres “Por un mundo más seguro en el siglo XXI” para revisar los logros alcanzados, con resultados poco alentadores, surgiendo en consecuencia, la Estrategia y Plan de Acción de Yokohama. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, en el cierre del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres, el 05/07/1.999 el Sr. Kofi Annan Secretario General de las Naciones Unidas, durante su discurso señaló que irónicamente en 1998 penúltimo año del decenio, se incrementaron dramáticamente los desastres y que continúa creciendo el número y pérdida por esta causa pese a los logros y esfuerzos creativos. Además de señalar que queda claro que el término “natural” para estos eventos es incorrecto.

En sus palabras, el Secretario General de las Naciones Unidas resalta algunos desafíos por enfrentar, entre estos, fortalecer la reducción del número y costo de los desastres y comunicar de modo más efectivo los conocimientos obtenidos sobre los desastres, el cambio climático y el uso del suelo, tanto a la población como a los actores políticos con responsabilidad de legislación. El compromiso social y político, es una de las reflexiones que nos deja Kofi Annan en su discurso, destacando que se debe comprometer la sociedad civil, el sector privado y los medios de comunicación.

La Organización de las Naciones Unidas, ha celebrado en tres ocasiones en Japón: Yokohama (1994), Kobe (2005) y Sendai (2015), la “Conferencia Mundial sobre Reducción del Riesgo de Desastre”, orientadas a la discusión de temas relacionados con el desarrollo sostenible mediante la gestión del riesgo de los desastres y el riesgo climático.

A pesar de los logros y avances que fueron alcanzados en la Región de El Caribe y la América Latina, finalizado este periodo, pareciera que los esfuerzos realizados resultaron insuficientes. A la mitad de este periodo -Decenio Internacional para la Reducción de Desastres-, fueron evaluados los alcances de los acuerdos en Yokohama, de cuyos resultados surge que se hace necesario reorientar los esfuerzos, por lo que se establece un nuevo Plan de Acción. Las líneas estratégicas de Yokohama, se plantearon orientar las acciones necesarias para enfrentar los retos que trae consigo la reducción del riesgo de desastre; con unos ejes a través de los cuales giran las diferentes actividades, mencionándose entre ellas: la gobernanza y el fortalecimiento institucional, el fomento de una cultura preventiva, la participación ciudadana en la toma de decisiones, el conocimiento y evaluación de los riesgos, la alerta temprana y la integración del sector privado y el rol activo de los medios de comunicación.

A la evaluación hecha a la Estrategia de Yokohama, se destaca la importancia y necesidad de una participación más activa y compromiso de la comunidad en los temas de reducción del riesgo de desastre en el ámbito local. En la Conferencia Mundial de Hyogo, se acordó mantener vigentes los principios del Plan de Acción de Yokohama.

Como un instrumento sucesor y complementario del Marco de Acción de Hyogo (MAH) y para promover la continuidad de las acciones emprendidas, en el año 2015 la Conferencia Mundial sobre la Reducción del Riesgo de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas adoptó el Marco de Sendai.

Ambos marcos coinciden en los aspectos de la preparación para casos de desastre, aunque en Sendai se incorporan conceptos de resiliencia, rehabilitación y reconstrucción. En este último marco, no se menciona el aspecto de alerta temprana, sino más bien se da prioridad al fortalecimiento de la gobernanza del riesgo de desastres.

OBJETIVOS PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE

En el año 2000 se acordaron los Objetivos del Milenio y 15 años después, 193 países integrantes de la Organización de las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030.

Esta Agenda, que contiene 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible, incorpora 169 ambiciosas metas. Estos objetivos para el desarrollo sostenible, tienen la particularidad de requerir la colaboración tanto de los sectores públicos y privados, como de la sociedad civil en general.

La diversidad de los aspectos contenidos y que se desglosan en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluyen aspectos de suprema relevancia, tales como la protección del medio ambiente, el desarrollo económico y el desarrollo social.

Los objetivos para el desarrollo sostenible, además incorporan entre sus metas, elementos específicamente vinculados con los procesos de la gestión del riesgo de desastre, entre los cuales tenemos los siguientes:

Objetivo 1 1.5 Fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se encuentran en situaciones vulnerables y reducir su exposición y vulnerabilidad a los fenómenos extremos relacionados con el clima, desastres económicos, sociales y ambientales.

Objetivo 13 13.1 Fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales en todos los países.

Estos objetivos de desarrollo sostenible, se constituyen en una agenda primordialmente diseñada para la protección de la madre Tierra y la reducción de la pobreza.

Hernández, 2023.

Riesgo, Amenaza, Vulnerabilidad y Desastre

Diversos conceptos e interpretaciones aun generan debate sobre el “riesgo”. El sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998), reconocido como ...